El Parlamento Europeo estudia cómo reducir las poblaciones de estas aves para proteger a los peces y a los ecosistemas marinos.

En un año en el que se ha detectado un notable incremento en las poblaciones de cormoranes, tanto en España como en el resto de Europa, el Parlamento Europeo se ha pronunciado al respecto para que la Comisión, órgano ejecutivo, tome las medidas adecuadas.

La propuesta ha partido de la eurodipudada alemana Heinz Kindermann y ha sido aprobada por 558 votos a favor, 7 en contra y 18 abstenciones. El informe presentado puede resultar demoledor: las poblaciones del cormorán grande se han multiplicado por veinte en los últimos veinticinco años según informes científicos fiables.

El daño económico creciente que se viene produciendo tanto en las especies criadas mediante la acuicultura como en las salvajes es enorme. Cada cormorán puede consumir entre 400 y 600 gramos de pescado al día, unas 300.000 toneladas según cálculos de Kindermann, una cantidad superior al producto de la acuicultura de Francia, España, Italia, Alemania y la República Checa en su conjunto. La Comisión Europea deberá proponer un plan de gestión coordinado en los distintos niveles para, sin comprometer los objetivos de la Directiva de Aves y Natura 2000, proteger también las poblaciones de peces y los ecosistemas acuáticos.

Si bien no se detallan los medios a utilizar si se advierte que la Comisión debe usar todas las herramientas legales a su alcance para reducir los efectos negativos de las poblaciones de cormoranes en la acuicultura y en la pesca.

En la actualidad, el cormorán grande en España no figura en el catálogo de especies protegidas pues, lejos del peligro de extinción, es un ave que se está expandiendo al carecer de predadores, especialmente desde que han dejado de recolectarse sus huevos en los acantilados donde anida.

Curiosamente los huevos de esta ave son muy apreciados mientras que la carne tiene un sabor horrible. Bastaría con incluirla entre las especies cinegéticas para que los aficionados a la caza se encargasen de eliminar los ejemplares suficientes para que dejase de ser una plaga.

Sin embargo tan solo los agentes forestales, debidamente autorizados, pueden disparar sobre el cormorán que, cuando está fogueado, se convierte en una pieza muy esquiva.